La palma de tagua pertenece a la especie phyltelephas acquatorialis y crece en abundancia a la orilla de los ríos tropicales de Colombia. Las frutas son del tamaño de un melón y crecen en ramilletes de forma globular en la base de la planta hembra. Cada fruta tiene espinas puntiagudas y contiene por lo menos cuatro semillas grandes. Cada palma puede producir hasta veintitrés kilos de nueces al año.
La historia
La palma de la tagua es oriunda del bosque húmedo, pero sus semillas han sido trasladadas al altiplano donde los artesanos de Boyacá desarrollaron una tradición de tallarla desde hace más de cien años. Probablemente desde el siglo XIX se comenzó a transportar la semilla de tagua por el Río Magdalena desde la Depresión Momposina. Denominada “marfil vegetal” por su textura y dureza, la tagua se convirtió en valioso producto de exportación que se usaba para hacer botones. En esa época, las semillas de tagua también eran utilizadas de lastre en los buques que viajaban entre Europa y los Estados Unidos. En la década de los años 1950, la tagua fue remplazada por materiales sintéticos para la producción de objetos en cantidades industriales.
Todavía los artesanos trabajan la tagua usando gubias, tornos eléctricos y sierras artesanales para fabricar implementoscotidianos y objetos decorativos de gran belleza.
Juan César Bonilla talla una semilla de tagua en un torno que adaptó específicamente para sostener la semilla redonda. .
Foto de Cristina Díaz-Carrera, Ralph Rinzler Folklife Archives and Collections, Smithsonian Institution
Juan César Bonilla mantiene sus implementos a la mano en un canasto de fique típico del Altiplano. .
Foto de Cristina Díaz-Carrera, Ralph Rinzler Folklife Archives and Collections, Smithsonian Institution
Aunque la mayoría de sus piezas son talladas en el torno, Juan César Bonilla talló a mano esta figurita de un típico campesino andino hecho de varias semillas de tagua. .
Foto de Cristina Díaz-Carrera, Ralph Rinzler Folklife Archives and Collections, Smithsonian Institution
En el siglo XIX, los botones se hacían de la semilla de tagua. Juan César Bonilla talló estos botones durante la presentación del programa de Colombia en Bogotá. .
Foto de Cristina Díaz-Carrera, Ralph Rinzler Folklife Archives and Collections, Smithsonian Institution
Una muestra de jarrones tallados con trazos de corteza, un elemento de diseño incorporado por Juan César Bonilla en su obra para diferenciarla de las piezas fabricadas con materiales sintéticos. .
Foto de Cristina Díaz-Carrera, Ralph Rinzler Folklife Archives and Collections, Smithsonian Institution
Juan César Bonilla usa una lupa para mostrarnos una pieza de ajedrez en miniatura tallada en el Festival. Fabrica juegos de ajedrez de diferentes tamaños. Los juegos miniatura son más detallados y requieren más tiempo. .
Foto de Cristina Díaz-Carrera, Ralph Rinzler Folklife Archives and Collections, Smithsonian Institution
Julia Patricia Vergara, compañera y esposa de Juan César Bonilla, dibuja una palma de tagua sobre un jarrón miniatura. .
Foto de Cristina Díaz-Carrera, Ralph Rinzler Folklife Archives and Collections, Smithsonian Institution
El rótulo delante al frente del taller de Juan César Bonilla y su esposa Julia Patricia Vergara. El padre de Juan César fundó la Fábrica de Artesanías en Tagua en Tinajacá en el Altiplano Andino. .
Foto de Cristina Díaz-Carrera, Ralph Rinzler Folklife Archives and Collections, Smithsonian Institution
En las calles del pueblo de Tinjacá abundan las tiendas que venden artesanías de tagua. La tienda de Juan César Bonilla está adjunta a su taller. Con gusto hace demostraciones para los clientes que llegan. También promueve su trabajo a nivel nacional e internacional incluyendo a lugares tan distantes como el Japón. .
Foto de Cristina Díaz-Carrera, Ralph Rinzler Folklife Archives and Collections, Smithsonian Institution
La corteza desechada y la viruta resulta de la tallada pueden ser recicladas de maneras creativas. .
Foto de Michelle Arbeit, Ralph Rinzler Folklife Archives and Collections, Smithsonian Institution
Juan César Bonilla explica: “Dada la situación económica del país, es muy importante considerar el trabajo con la tagua como ocupación con potencial de generar trabajo manual. Nuestra meta es continuar la tradición. Lo cierto es que ya estoy formando a la cuarta y la quinta generación.” Su hijo Samuel Andrés Bonilla ya es aprendiz. .
Foto de Cristina Díaz-Carrera, Ralph Rinzler Folklife Archives and Collections, Smithsonian Institution
Juan César Bonilla y Julia Patricia Vergara producen papel decorativo de la viruta de la tagua. .
Foto de Cristina Díaz-Carrera, Ralph Rinzler Folklife Archives and Collections, Smithsonian Institution
Juan César Bonilla González y su repertorio
El maestro artesano Juan César Bonilla viene de una familia que ha trabajado la tagua por generaciones. En su taller en el pueblo de Tinjacá, departamento de Boyacá en el Altiplano Andino, Juan César modificó un torno y sus herramientas de tallar para poder dar forma y pulir sus piezas. Le gusta dejar parte de la corteza sobre la semilla para diferenciar su trabajo de las artesanías fabricadas con materiales sintéticos.
Juan César tiene almacenadas semillas de más de veinte años de edad. Con el tiempo, las semillas se vuelven más densas y adquieren un rico color dorado. El conocimiento de sus materiales es profundo. Explica, “A la edad de seis o siete años aprendemos a seleccionar con cuidado los materiales, a reconocer cuanto tiempo han estado secándose y cuanta humedad queda en la semilla. Aprendemos a reconocer en qué lugar se ha cuarteado por dentro al secarse. Conociendo la condición de la semilla podemos trabajarla y transformarla.”
Juan César aprendió su arte de su padre, fundador de la Fábrica de Artesanías en Tagua, ahora en manos de Juan César. Mientras su padre se hizo famoso tallando juegos de ajedrez en miniatura, Juan César expandió su repertorio para incluir piezas decorativas, joyas y juguetes. De vez en cuando talla figuras a mano, pero esto requiere mucho tiempo y pocos clientes reconocen su valor. Promueve su obra a nivel nacional e internacional y recibe pedidos para convenciones y otros eventos auspiciados por corporaciones. Su esposa Julia Patricia Vergara también es artista. Trabaja el taller con Juan César y a veces dibuja paisajes en las piezas que él produce.
La sostenibilidad de la comunidad
Juan César ha contribuido al desarrollo de la cuarta y la quinta generación de artesanos de tagua en la región y se esmera en promover la actividad a través del país. Le gusta viajar a las regiones del bosque donde se cosecha la palma de tagua y presentar talleres educativos. Explica cómo la talla de la tagua ofrece alternativas de empleo en Colombia y cómo los productos de tagua pueden generar cinco veces el ingreso de una finca de platano o de ganado y a la vez puede contribuir a preservar los vulnerables bosques húmedos de Sur América. También le preocupa la disposición de los desperdicios de la talla de tagua. Él y Julia Patricia han hecho pruebas utilizando los despojos de la talla para producir papel decorativo para empacar regalos. Además, ofrece talleres de reciclaje a la comunidad local.
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