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“Fem pinya! Unámonos.”
El compromiso de los catalanes para participar activamente en la vida pública ha dado origen a una notable y resistente red de asociaciones culturales que une a las personas.
Durante la Renaixença, los catalanes más acomodados crearon ateneos donde se reunían habitualmente para aprender catalán, experimentar con las artes y enriquecer la vida de la comunidad local. Hacia finales del siglo XIX, la clase obrera catalana había creado sindicatos muy influyentes para defender los derechos de los trabajadores del sector industrial.
Estos dos fenómenos sociales se fusionaron para crear una cultura basada en el asociacionismo, que ha llegado hasta nuestros días. Gracias a eso muchos catalanes son miembros de varias asociaciones culturales no gubernamentales. Incluso en un pueblo de dos mil habitantes puede haber hasta siete u ocho asociaciones reconocidas formalmente, y algunos de estos grupos locales se han ganado el reconocimiento de todos por su excelencia artística. Estas asociaciones locales organizan conciertos de música clásica y coral, enseñan bailes tradicionales, mantienen vivas expresiones culturales tradicionales, entre otros. Asimismo, crean un fuerte tejido social en el que los catalanes colaboran para mantener viva su cultural local.
En los últimos años, estas asociaciones han admitido a personas recién llegadas a Cataluña y les han proporcionado una oportunidad informal pero importante de reunirse y colaborar con gente de todo tipo. Las ONG también permiten a los catalanes contribuir más allá del ámbito doméstico y laboral. Estas asociaciones son un ejemplo de los esfuerzos constantes que hace Cataluña para fomentar la cohesión social, es decir, fortalecer los lazos que unen a las personas aunque provengan de otros lugares.