A principios de diciembre, Cristina Díaz-Carrera y yo viajamos con grandes expectativas a Bogotá a la re-escenificación del programa de Colombia: La naturaleza de la cultura que fue presentado en el Festival de Tradiciones Populares del Smithsonian del 2011. El programa formó parte de la renombrada Feria Expo Artesanías en el Centro de Exposición Corferias. En nuestras conversaciones anteriores con el Ministerio de la Cultura, la Ministra Mariana Garcés Córdoba reiteró varias veces la importancia de volver a presentar el programa del Festival en Colombia, y cinco meses mas tarde, el público colombiano está haciendo el viaje por los seis ecosistemas y las ciudades metropolitanas principales del país. Los equipos de investigación, diseño y logística de Colombia, con la ayuda de un equipo pequeño de los constructores de guadua que habían trabajado en el programa en Washington, D.C., remontaron en menos de dos semanas las hojamantas que combinaban la guadua del campo con elegantes coyunturas de acero y que se usaron en el Festival en Washington. Adaptada al medio ambiente industrial del pabellón de Corferias, el público colombiano podía experimentar el viaje cultural que se ofreció en Washington por las diferentes comunidades regionales poco conocidas en el propio país.
Al entrar a la exposición, el panel principal nos daba la bienvenida informándonos que Colombia había sido el país invitado en el Festival de Tradiciones Populares del Smithsonian en el 2011. Continuaba explicando que “este evento se constituyó en una verdadera embajada colectiva de la cultura nacional” y para concluir, que la exposición “ofrece una lectura diferente del país y su cultura a la vez que profundiza el concepto de lo artesanal mediante la presentación de los saberes y oficios en sus contextos y en su estrecha relación con su medio natural y sus recursos”.
El equipo de Colombia había sustituido muy acertadamente los paneles dañados en el viaje de regreso con nuevos paneles con fotografías ampliadas de los participantes durante sus presentaciones en Washington, creando continuidad entre el Festival y su re-escenificación. Más de ochenta de los cien participantes pudieron participar en la exposición en Bogotá. Substituyeron a los músicos y a los artesanos que no pudieron llegar con personas que también habían sido parte de la investigación o con familiares de los participantes originales. De esta manera creció el número de integrantes de la “verdadera embajada colectiva de la cultura nacional” que se integrό en Washington.
Para mí y para Cristina fue muy conmovedor reunirnos de nuevo con los participantes que nos dieron la bienvenida con los brazos abiertos. Aunque las hojamantas, los paneles y museografía eran casi igual a los de la instalación en el Festival del Smithsonian, el espacio y el público era diferente. Esta vez, los participantes ya tenían experiencia en presentarse y tomaron fácilmente control del evento. Su desafío principal era de interactuar cara a cara con el público como lo habían hecho con tanto éxito en Washington. En Bogotá, el público en general estaba acostumbrado a venir a la Expo Artesanías a hacer compras y no a conversar. Los otros pabellones ofrecían artesanías étnicas y tradicionales, enseres caseros, joyería y otros artículos, pero cuando llegaban al pabellón de Colombia: La naturaleza de la cultura, se encontraban con “los embajadores de la cultura” que querían conversar de sus artesanías y de sus prácticas, de sus materiales, de su región y de la importancia de sus tradiciones. Fue maravilloso ver florecer las amistades que se habían hecho inicialmente en Washington entre los participantes que compartían tradiciones similares así como ésas de los diferentes ecosistemas que ahora se enriquecían en los intercambios que realizaban al presentarse en su propio país.
Pregunté a algunos de los participantes sus impresiones de su experiencia en el Festival en Washington. Dos temas importantes resaltaron. El primero, para muchos, el Festival del Smithsonian les había proporcionado una oportunidad única de aprender sobre la gran diversidad de culturas en su propio país y el segundo y de mayor importancia, de hacer amistades con la gente de otras regiones. De hecho, todos estaban de acuerdo que habían creado nueva familia, una familia con la que podían contar en cualquier momento. Desde el Festival, se han estado aconsejando unos a otros sobre estrategias para talleres y de comercialización. Además, sentían que su estilo de vida, su trabajo y sus tradiciones habían sido valorizados por un público extenso, pero de mayor importancia ser reconocidos por su aporte en su propio país.
Antes de Bogotá, una pequeña muestra del Festival fue presentada en Medellín, y quizás en el futuro, la exposición o partes de la exposición viajará a los otros ecosistemas que fueron presentados en Washington.